He decidido tomar el control de mi zona de estudio y en un esfuerzo por desmarcarme del mal de Diógenes, he organizando, con un ritual de lo más ceremonioso, las decenas de rotuladores, lápices y sucedáneos que ocupaban toda la mesa.
!Nada a la vista! (Gracias a una lata antigua de cola cao de los años 60 o 70).
Como una es curiosa por naturaleza me he metido en internet y le he preguntado al señor google por mi reliquia...
-¿Qué me dice, señor , de las latas del cola cao?
Pues bien, he encontrado un par de páginas de coleccionistas y de subastas, en algunas las “ofrecían” a un precio desorbitado mientras que en otras la cuantía descendía en función de lo oxidadas que estuvieran.
La curiosidad mató al gato y, visto lo visto, debería guardarla como oro en paño.
No voy a traficar con mi acumulador de polvo número 758, ni voy a desterrar la lata a un cajón hasta el fin de sus días...
Es un recuerdo al que voy a dar uso. Eso sí, la mimaré más de la cuenta.
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